VOCACIÓN Y SERVICIO Misioneros: dejar todo para dar todo

Por Ángela María Calderón
Especial para EL NUEVO SIGLO

SIN REPARAR en las dificultades que tendrán que enfrentar, los jóvenes misioneros deciden abandonar lo que tienen para ir, en muchos casos a lejanos países, para evangelizar y ayudar a los necesitados.
Sacrificar la vida juvenil por realizar una labor social es para muchos una opción de vida real. No importa el lugar al que les encomienden ir, ni la tarea que tengan que realizar, el llamado del misionero sólo tiene una explicación: vocación.
Este es el caso de Samuel Díaz, un misionero religioso hondureño que vive en Colombia hace 8 meses y ha tomado el camino de educar a los niños y jóvenes, no sólo de su iglesia, sino también de las comunidades cercanas a donde reside. Hace reuniones diarias en su casa para estudiar la Biblia y apoyar así a los menores en su formación integral. Así mismo entrega una palabra de aliento a aquellas personas que lo necesitan.
Para otros que como Samuel han optado por esta vocación, su tarea puede verse rodeada de más dificultades. Es el caso de aquellos que atienden el llamado de ir al África. Las condiciones sociales, políticas y religiosas de muchos países de este continente, son barreras reales, como lo comprobó Amanda *, quien lo tomó como un reto.

Testimonios

Amanda tiene 30 años y en los próximos días partirá hacia Etiopía en un viaje de 4 años para realizar allí su llamado misionero. “Lo más difícil de todo esto no es tomar la decisión, sino el enfrentarse a la realidad de que la vida de uno corre peligro en un territorio como éstos, dónde no sólo existe la pobreza, la hambruna, sino también una religión que no es la tuya y debes acoplarte al modo de vida del lugar”, señaló Amanda.
Y aunque más cerca en comparación al destino de Amanda, las cosas para Miguel García fueron algo similares, guardadas las proporciones, por las condiciones donde realizó su labor. El estuvo en Istmina, Chocó, donde según dijo, lo más complicado de su trabajo en tres años fue sobrevivir en las agrestes condiciones de esa región.
“Lo más sorprendente es que un territorio tan cercano a ciudades metropolitanas del país, tenga que vivir sin la prestación de servicios públicos y falta de atención médica. Es sorprendente que en pleno siglo XXI aún haya gente que viva como si estuviera en la Edad Media y que el Gobierno no haga nada”, declaró García.
Para Cristine Drew quien fue misionera en el Amazonas, no hubo nada difícil, según ella porque “Dios me levantó siempre a pesar de las incomodidades y adversidades durante los cuatro años que viví allí y las cuatro veces me dio fiebre amarilla me recuperé satisfactoriamente. Nada de eso impidió que mi proceso de evangelización se interrumpiera. Por el contrario me dio más fuerzas para continuar con esta labor”.
La familia Williams* al llegar a Bogotá en misión hace 11 años, tuvo que lidiar con grupos guerrilleros que habitaban la localidad de Ciudad Bolívar, donde realizaban su labor.
Según John Williams* “los guerrilleros marcaban las puertas de nuestros hogares, y así sabían a quienes secuestrar y a quienes matar, pues no querían que evangelizáramos y más al ser nosotros norteamericanos. Fue una época difícil pero a pesar de todas las cosas que se levantaron en nuestra contra nos ha servido, ya que actualmente tenemos una iglesia en este sector y continuamos nuestra labor en este bello país”.

Y si quiero ser misionero...

Lo primordial para emprender una misión de ayuda humanitaria es tener información del lugar al que se va a ir, conocer la lengua materna de la zona, tener claro que se va a vivir en condiciones que jamás llegaría a imaginarse y ubicar una organización que trabaje en esa zona.
“Lo más importante es que la persona tenga pleno convencimiento del llamado que le ha hecho Dios de difundir su Palabra”, comentó Sean Preston, líder de misiones del Episcopado en Estados Unidos.
Sí de requisitos se trata, hay que ser mayor de 18 años, tener permiso de los padres, tener autorización del líder de la comunidad a la que pertenezca la persona, bien sea esta católica o cristiana, además del respaldo del destino que le fue asignado. Después de ésto se debe estudiar y tener una capacitación, que puede durar uno o dos años, antes de viajar.
Estos cursos capacitan al misionero sobre su trabajo en la región; al candidato se le confronta en decidir, incluso en esta etapa, si quiere ir o no, pues se le muestran las condiciones en que vivirá y los obstáculos que se le presentarán estando en el lugar. “Este es un momento crucial de la opción, pues cuando esté en el país que le ha sido asignado, no puede dar marcha atrás”, indicó Preston.
La idea es que las personas estén dispuestas a servir, bien sea en la formación religiosa, o llevando ayuda humanitaria en salud o educación a los lugares donde se está necesitando. En esta labor las manos nunca sobran, y quienes lo hacen afirman volver a sus hogares siendo mejores seres humanos.
*Los nombres fueron cambiados por seguridad de las fuentes consultadas

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