LA ESTÉTICA DE LA MAFIA El narc decó se abre paso con Tráquira

Piezas decoradas estrafalariamente, armas con incrustaciones en oro y diamantes son algunas de las que el artista usó para su nueva creación: el narcotráfico hecho arte

LOS NOTICIEROS de televisión colombianos de los años 80 y 90 nos mostraban insistentemente imágenes de incautaciones a los narcotraficantes, de caletas llenas de dólares y fastuosas mansiones como la de Gonzalo Rodríguez Gacha, donde en cada uno de los acabados en escaleras, grifos, picaportes y lámparas predominaba el dorado y el brillo excesivo, como símbolo de su poder económico.

El fenómeno social del narcotráfico que invade todas las formas de vestir, hablar, trabajar, vivir y morir en Colombia, no escapa en ningún momento a los ojos de los artistas colombianos. Este es el caso de Víctor Escobar, quien ha manifestado interés profundo en este tema y en los últimos años ha puesto en evidencia las huellas que el narcotráfico ha dejado en nuestro país.

Ese mundo cargado de lujo, piscina, mármoles importados, porcelanas costosas, carros deportivos, mujeres hermosas, fajos de dólares y diamantes por doquier, le indicaban a los espectadores la irrupción de una nueva estética que se impondría en adelante con la llegada de estos nuevos ricos.

De ese recuerdo surgió la inquietud del artista, al tomar esos elementos extravagantes para convertirlos en la obra denominada Tráquira, que desde el pasado 28 de enero puede apreciarse en la galería Valenzuela Klenner.

Con objetos estrafalarios, formas poco comunes de atesorar fortuna, macabras escenas de muerte y desolación cubiertas con terciopelo, el artista impresiona en sus últimas obras. Transporta al observador a un mundo de glamour absurdo y abstracto, incrustado en la ya llamada cultura “traqueta”.

A lo largo de dos pisos de la Galería, los visitantes pueden apreciar objetos como artesanías tradicionales cubiertas de “diamantes”, esculturas en barro convertidas en piezas de joyería extravagante, esmeraldas y piedras preciosas incrustadas en adornos y vestuario, abstracciones hechas con terciopelos brillantes, un conjunto que transporta hacia esa realidad de las mafias que no sólo impusieron el crimen y el horror en Colombia, sino también su estilo.

Para el curador de la obra, Jaime Ceron, el caso de Víctor Escobar y su interés en las imágenes que se asocian al fenómeno social y cultural del narcotráfico, que funcionan como indicios culturales y políticos en el sentido que define la realidad , desde el punto de vista de Colombia .

El artista, en su proyecto Guaca-la, presentado en Bogotá hace un par de años, ya había estado indagando por la manera como los excesos del narcotráfico, presentes en la caletas de dólares y oro enterrados o emparedados por doquier, paradójicamente llegan a poner en cuestión la lógica del capital.

Siguiendo sus parangones, el artista se apropia de bellezas artesanales que se producen en muchos municipios de Colombia y los recubre con diamantes, todo esto en una clara metáfora de la aparente opulencia y desenfreno que algunas veces se apodera de nuestras sencillas tierras y costumbres en el campo colombiano.

En Tráquira, el artista apela nuevamente a la exhibición de los excesos cometidos diariamente por muchos de los actores armados en el país, especialmente los paramilitares y aborda el tema desde otra perspectiva: la del sufrimiento y la transformación del campo, un campo en donde la riqueza y el brillo pueden transformarse rápidamente en causales de masacres, muerte, desangre y la desolación

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